A lo mejor para irte a dormir, o para ir de viaje con la imaginación, o para escucharlo sin más y disfrutar siendo ¿un pirata o una dragona, o una pulpa gigante o una enanita perdida, o un príncipe encantado…?
Sea por lo que sea, si quieres escucharlo, sólo tienes que elegir el que más te guste, AQUÍ
Y si quieres que te lo contemos en tu colegio, ayuntamiento, asociación, biblioteca, o para tu cumpleaños o tu comunión.
Incluso podemos preparar alguna actividad divertida después .
Sólo tienes que llamarnos 661 43 80 11, o escribirnos info@villapeques.es
Muchas veces se habla de los beneficios que contar cuentos a los niños tiene para estos últimos; pocas veces, en cambio, se hace referencia a las ventajas que esta actividad tiene para los adultos. Pero, y ¿Qué cuentos son más apropiados para los niños pequeños, y cómo narrarlos?
Con mucha frecuencia se habla de los beneficios para los niños de que les cuenten cuentos y los acerquen a la lectura desde bien temprano en sus vidas. En general, esta práctica hace que los niños sean más atentos y creativos, que puedan adquirir un vocabulario más rico e incluso que puedan pensar con mayor claridad.
Por otra parte, ese acercamiento a los relatos, los libros y la literatura desde pequeños propicia que sean lectores ávidos cuando lleguen a la juventud y a la adultez, con las numerosas ventajas que esto a su vez conlleva.
Sin embargo no se habla tanto, de los beneficios que contar cuentos tiene para los adultos. Y es que no se trata de una actividad meramente altruista por el bienestar de los pequeños: sus efectos positivos también alcanzan a quienes narran historias. Los más importantes se detallan a continuación.
Este es el beneficio más claro y evidente: contar cuentos permite “afianzar de manera estupenda e increíble” el vínculo con ellos, pues “ese momento de encuentro supone un verdadero regalo, un espacio mágico” tanto para los pequeños como para los adultos.
Con esas palabras lo explica Tamara Chubarovsky, maestra, pedagoga y especialista en el estudio de los cuentos como herramienta terapéutica y pedagógica. Ese “espacio mágico”, apunta, se logra cuando un adulto le lee un cuento en voz alta a un niño, pero mucho más si lo narra sin leerlo.
Al narrar sin leer, el adulto tiene a su disposición no solo su voz, sino todo el resto de su cuerpo: puede hacer contacto visual con el niño, gesticular, mover las manos, etc. De esa manera, el cuento funciona como una puerta o una llave de entrada para la conexión con el niño, y la “calidad” de esa conexión es enorme.
“Ese vínculo es inquebrantable”, asegura la cuentacuentos Amaia del Campo, responsable de la web Cuentos en la Nube. “Quien escucha está dispuesto a acompañar a quien cuenta y a sumergirse en ese mundo, siempre que no se aburra, del mismo modo que el narrador o narradora está deseando contar y que le acompañen en el viaje”.
En ese momento “se hace la magia -añade Del Campo-, el vínculo que los une forja un lazo robusto”.
Para los niños, además, los padres, los abuelos u otros adultos cercanos “son los mejores cuentistas del universo, y en ese momento, el de la hora del cuento, todo se detiene para poder adentrarse juntos en otros mundos inimaginables”.
Los cuentos permiten a los adultos transmitir valores positivos a los niños de una forma indirecta. Es decir, no se trata de inculcar a los pequeños que deben ser buenos, portarse bien, etc., lo cual a menudo genera resistencia y rechazo, sino que la importancia de estos valores se puede enseñar a través de las historias que se cuentan.
Esto para los niños resulta mucho más ameno y respetuoso, y en última instancia es “más afectivo y efectivo”, enfatiza Chubarovsky. Y más amable para ambas partes, porque al ser una forma indirecta se evitan confrontaciones y peleas.
Por supuesto, esto implica también una gran responsabilidad, ya que “puedes estar sembrando en los niños unos valores que van a influir sobre su personalidad, sobre su forma de ver la vida”, como destaca por su parte la también cuentacuentos Cristina Gutiérrez.
Los cuentos son un gran incentivo para la imaginación y la creatividad de los niños, pero también para las de los adultos. “Conectar con los niños es volverse un poco niño también”, señala Gutiérrez, “y eso es algo necesario: permitirnos jugar, divertirnos, crear, pues de ese modo se desarrolla mucho la creatividad”.
Amaia del Campo sostiene que la persona que narra “tiene que disfrutar con el cuento, sin presión, haciendo suya la historia y dando rienda suelta a su creatividad e imaginación”.
También en este caso, el beneficio es mucho mayor cuando se narra de forma libre, sin leer, pues se puede improvisar, “conectar con nuestra parte más intuitiva”, dice Chubarovsky, adecuar la extensión y los contenidos de la historia a cada situación y momento en particular. La creatividad del adulto se “entrena” de esta manera.
No obstante, también hay que recordar que a los niños les gusta mucho que les cuenten (o leer) una y otra vez la misma historia, lo cual a su vez tiene sus propios beneficios. En cualquier caso, se puede procurar el respeto por la exactitud en los datos fundamentales de las historias y, en aspectos secundarios, añadir variantes.
Esto para los niños resulta mucho más ameno y respetuoso, y en última instancia es “más afectivo y efectivo”, enfatiza Chubarovsky. Y más amable para ambas partes, porque al ser una forma indirecta se evitan confrontaciones y peleas.
Por supuesto, esto implica también una gran responsabilidad, ya que “puedes estar sembrando en los niños unos valores que van a influir sobre su personalidad, sobre su forma de ver la vida”, como destaca por su parte la también cuentacuentos Cristina Gutiérrez.
Existen situaciones dolorosas o traumáticas, para las cuales muchas veces es difícil encontrar las palabras justas para hablar con los niños. “Situaciones en las que el adulto se siente desamparado -indica Chubarovsky- porque no tiene herramientas ni recursos para, con sus palabras de adulto, explicar a los niños qué ha pasado”.
En tales casos (como pueden ser una enfermedad, un accidente, la pérdida de un ser querido, etc.) los cuentos pueden echar una mano y funcionar como “intermediarios”, añade la especialista. “A través de imágenes o de metáforas, los cuentos ayudan a entender o a reparar, de forma suave, situaciones difíciles y traumáticas”, añade la pedagoga, “es impresionante cómo los cuentos nos permiten eso”.
La rutina del cuento de antes de dormir resulta una herramienta de enorme valor para la transición del día a la noche: brinda a los niños una seguridad y una serenidad que los ayuda a relajarse y dormir. Pero esto no es bueno solo para ellos, sino también para sus cuidadores, que evitan el estrés y las peleas cuando los niños no se duermen.
En este sentido, Chubarovsky recomienda respetar la regla de contar solo un cuento. De lo contrario, el momento del cuento antes de dormir puede extenderse demasiado y no solo perder eficacia, sino lograr el efecto contrario: que el adulto termine exhausto y menos relajado que antes.
Lograr esa conexión con los niños y advertir que asimilan el mensaje que el adulto les quiere transmitir es algo muy satisfactorio. Como subraya Gutiérrez: “Es una emoción muy grande: saber que tú puedes influir sobre esas personitas que se están formando, que puedes aportarles algo muy positivo”.
La experta añade que esto resulta “muy positivo para la autoestima” del adulto que narra. Un aspecto que puede ser fundamental para los abuelos de los niños u otros adultos mayores, quienes tras jubilarse -en muchos casos- deben buscar nuevas actividades que den sentido a sus días.
En este sentido, Chubarovsky recomienda respetar la regla de contar solo un cuento. De lo contrario, el momento del cuento antes de dormir puede extenderse demasiado y no solo perder eficacia, sino lograr el efecto contrario: que el adulto termine exhausto y menos relajado que antes.
“Cuando selecciono una temática, o un cuento que habla de una temática en particular, me pregunto por qué tengo la necesidad de hablar de eso”, describe Gutiérrez. “Me paro a pensar qué me motiva, y eso también me ayuda a mi autoconocimiento: qué hay allí, detrás de esa elección”.
Memorizar nuevos cuentos para poder narrarlos sin leerlos es un excelente ejercicio para el cerebro, una “gimnasia mental” que contribuye a mantenerse activos. Esto también resulta de especial valor para los adultos mayores, pues reduce el riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Contar cuentos a los niños es una estupenda manera de “entrenarse” en el arte de la oratoria y de hablar con los demás. Chubarovsky explica que los niños son “un público bueno”: suelen generar menos timidez que los adultos, pero también son muy sinceros y exigentes, y “a la mínima en que no seamos buenos o veraces, se van a portar peor”.
Por eso, contar cuentos a los niños (sobre todo, a varios a la vez) enseña a proyectar la voz, tener fluidez en el habla, ganarse la atención de los oyentes, expresar sin ser monótono ni aburrido pero al mismo tiempo con cuidado de no exagerar. “Los niños nos hacen de espejo -dice Chubarovsky-: reflejan si lo estamos haciendo más o menos bien o si se desconectan de nosotros porque no hay quien nos escuche”.
Casi como un resultado natural de todo lo anterior, contar cuentos a los niños aumenta la sensación de bienestar y felicidad en los adultos. “Conectar con los niños es algo especial, porque los niños son seres especiales -dice Gutiérrez-. Son pureza, inocencia, amor. Y todo eso es lo que también te transmiten: mucha alegría, mucha felicidad”.
Por eso, contar cuentos a los niños (sobre todo, a varios a la vez) enseña a proyectar la voz, tener fluidez en el habla, ganarse la atención de los oyentes, expresar sin ser monótono ni aburrido pero al mismo tiempo con cuidado de no exagerar. “Los niños nos hacen de espejo -dice Chubarovsky-: reflejan si lo estamos haciendo más o menos bien o si se desconectan de nosotros porque no hay quien nos escuche”.